Qué pereza da entrar en el trabajo, y sólo por la pura conciencia de saber que es (o llamarlo) trabajo, la manía de trazar una línea entre esto y aquello. Porque por lo demás, los que tenemos la suerte o la desgracia de trabajar con material de nuestras propias obsesiones, no dejamos nunca de hacerlo. Y ahora, tengo demasiado material. A pesar de que en realidad apenas he sacado tiempo, he escrito bastantes potato-páginas estas semanas. En realidad, todo ese movimiento ha sido una forma de escritura, siempre lo es, pero cuesta demasiado dar forma a las preguntas con las que/para las que nos ponemos en movimiento. Con todo, los textos tienen un algo
impostadamente sebaldiano que me atormenta, se nos pega al envés de las palabras el tono de esas dudas que nos asfixian, y ni siquiera concebimos la posibilidad de que se pueda escribir de otra forma.
En fin, que se está mejor en movimiento, o pensándose parte de un movimiento, que en realidad suele estar compuesto de muchos momentos de reposo: el segundo desayuno en el
Balans mirando a la gente pasar, el té de por la tarde en las librerías de
Charing Cross Rd., tumbarse boca arriba en la
Turbine Hall de la Tate, mirar y leer alternativamente en el tren, etc. Esta vez me enganché a la trilogía de David
Lodge que empecé a leer por insistencia de P. y sus vaciles con el
Small World. Aunque enseguida me acaba aburriendo y lo cambio por el vicio de
embobarme mirando las
figuritas viajeras de Walter Martin&Paloma Muñoz. Me compré el libro en el maravilloso
Stanfords de
Covent Garden y me divierte sobremanera. (También me compré con mucho dolor un ladrillo del
Institue of Cultural
Inquiry --
Searching for Sebald. Photography After W.G. Sebald-- que aparte de tenerme sorbido el seso, apenas pude acarrear).
Me acordé de F. en la sesión del "
Furnishing travel" sobre las culturas materiales del viaje, y de la conveniencia de escribir también una
fenomenología de los objetos. Algo, no mucho, he avanzado para el
paper de
Munich sobre la ecología de los artefactos que componen nuestro movimiento (o nuestra
identity on-
the-
move): el coche, la maleta, la estación. Las postales, por ejemplo: siempre viajo con una postal del
Felt Suit de
Joseph Beuys (que por cierto está en la Tate
Modern, sí, allí peregriné...) Ese traje colgado, como del aire, en una aséptica percha siempre me recuerda a las huidas de
Prim. He poblado paredes y corchos de muchas casas con esa postal. También hay dos grabados de
Hopper, los sobres de las cartas de P. (otro P., cuánto P.), un
collage de un mapa cortado, pegado y fotocopiado de Ginebra cuando me enfadaba con ella, y otro del valle de
Flims para cuando lo echo de menos (a menudo). Ahora he sumado una postal de "A
Sudden Gust of Wind" (de
Jeff Wall,
after Hokusai) y, claro, una foto de Pequeña. Es la repetida escena del
replicante pegando sus señas de identidad en la pared.
En fin, voy ya por el tercer café. Larga es la mañana, y
diletante la escritura, con tal de no tener que
organizarse la vida, o el trabajo. A las siete, el sol estaba ya muy alto. El paso nocturno de la lluvia lo ha inundado todo, así que he vuelto de correr embarrada. G., que se divertía llamándome "
petite-
exploratrice", se reiría de nuevo con esta felicidad
tontorrona que me producen los primeros tanteos en busca de la mejor ruta para correr, del mejor camino para conectar tal y tal sitio, de esta manía de probar todos los bancos y comprobar todas las esquinas. Si F. tiene razón y "somos adictos a trozos de mundo", me llevo la mejor parte, porque soy adicta a los lugares, y eso tiene la ventaja de que cualquier lugar nuevo, por
chiquitistán que sea, me permite entrar en ese estado del que mi felicidad depende. Simple y eficaz. Para mí que en realidad son pequeñas operaciones de reconocimiento. Detectamos y
aislamos esos trozos de mundo que nos permiten "conectar" con lo que creemos que somos, y realizar todo tipo de operaciones diversas sobre (los relatos de) nuestra identidad. Por eso el "viaje a la naturaleza" es tan efectivo. Una vez que hemos aprendido lo que "es" (o sea, lo que en nuestro particular imaginario personal "significa") el
serbal, o el amanecer sobre la extensión de las turberas, los destellos del sol en el hielo tardío de marzo, o las madejas de viento cargado de arena de playa, somos capaces de reconocer en cualquier parte que eso nos pertenece, que ahí estamos, que sobre eso vivimos. Y que, a secas, vivimos, somos, sentimos. Los lugares como el teatro de nuestras operaciones sobre el tiempo y sus conexiones.
En la plaza de la
St Paul's
Cathedral de Londres hay plátanos con pinta de haber sido plantados no hace mucho. Inmediatemente me remitieron a los grandes plátanos que había en la calle donde estaba la casa de mis padres, y al largo tiempo que solía pasar mirándolos desde mi cuarto. Conectamos con lo que somos (y lo construimos) a través de esas partes del mundo. Y a la vez nos desacoplamos también de lo que somos mediante esos mismos trozos de mundo, sí. También somos adictos a trascender lo poco que normalmente conseguimos ser. Por eso cambiamos de lugar, por adicción a las vías muertas del tiempo (las "ramas muertas" del futuro, que las llamó I. Calvino), a los presentes improbables.
En fin. Sigo con Jakob Dylan: "Will it Grow" en modo
repeat, como siempre.
"I
made a
promise to not let goOur tug of war has
only made me
want you more
Steeped in hard luck and doomed to roamMy love is braver than you know"....
Estoy incubando una creciente manía contra la ausencia de circunstancias en textos y reflexiones. Cada vez me cuesta más comprender los pensamientos que genera el personal cuando omiten la referencia a las circunstancias (lugares, cosas, momentos, personas...) que los han generado, con los que tienen que ver. En fin, entre la Nocilla y el potato-girl-style-of-life pierdo neuronas a pasos agigantados.
"Damn this valley, Damn this cold
Take so long to let me know
It's plant and reap and plow and sow
But tell me will it grow"
Necesitamos florecer, saber que no hemos recorrido todos esos caminos en balde. Y besos querida N., no languidezcas, en seguida te explico el aire que respiro.