sábado, 30 de mayo de 2009

Desde que volví a Pau se había instalado en el valle una persistente capa de nubes que no me dejaba ver los Pirineos. (Desde la esquina de casa, sin ir más lejos... Sí, pa chula, yo :) Después llovió, granizó, bajó la temperatura y como todo resultado quedó una lechosa capa de nubes cerrando el horizonte. Nada de las sombras brillantes del perfil perfecto del Midi d'Ossau. (Suspiros aquí...) Por otra parte, ha sido la coartada perfecta para cultivar la leve conmoción del recuerdo de los días benasqueses... Las manos de J. quietas y su piel morena bajo un rendodel del luz. La alegre disposición que traen los días en blanco, sin más. Y luego salir del valle de madrugada, echar de menos los domos graníticos en lo alto, las rimayas y la feliz geometría de los encabalgamientos y los pliegues de la cobertera pirenaica, los espolones de pizarra en los pasos de los ríos y cuando de repente esas compactas bandas calcáreas se dejan ver en la pared.
Así que ayer, por fin, amaneció un estupendo día de primavera: y allí estaba de nuevo, al fondo, el Midi d'Ossau, las afiladas crestas del Balaitus, las paredes cerradas de Gavarnie y todo lo demás.
Cielos, creo que le voy a pedir trabajo a alguno de esos muchos punquis-con-varios-perros-y-caramillo que deambulan por la ciudad. Estar a poco más de cincuenta kilómetros de los Pirineos me pone definitivamente tonta. También se me ocurre abrir una tienda de tontuneces de esas que le gustan tanto a los francesas y que, diossabeporqué, sobreviven abiertas.
En fin. Qué decir, que me he tirado de cabeza a darle la vuelta al Pic Castérau y los Lacs d'Ayous, que todavía están completamente helados (el de Gentau, bajo el refugio, con esas indescriptibles vistas de la cara oeste del Midi d'Ossau; y sobre todo el lac Bersau, con el circo y Les Très Pundettes de Larry, que me he hinchado a dibujar a media tarde, bajo el sol y el viento helado que subía arañando la nieve, desde la cubeta). Espero soñar hoy con esos bosques de hayas, renacidos, brillantes, olorosos que cubren la ladera media, sobre los llanos de Bious.... Y el ruido furioso del agua por todas partes y la sombra poderosa que lanzan esas paredes torreadas. Eso, o lo pesadas que se ponen las moscas a última hora. Tormentas.
En fin, la dolce vita.