viernes, 13 de febrero de 2009

But got back safely in the end. Apenas más de dos semanas por aquí, y el invierno es ya estupendo. Algún día cumpliré mi plan de vivir persiguiendo el invierno, de hemisferio en hemisferio. De momento, me saltaré el próximo verano, y ya pueblan mis sueños las cumbres nevadas de los Alpes neozelandeses. El recuerdo de los hielos me calma, driving home through a blizzard. M. sigue despertando mi admiración con su espíritu de perpetua réjouissance. The perfect cheerfulness. Volví a la Cava baja en busca de ese cómico recuerdo que aun de vuelta sigue rondando su imaginación. A true test for a proper 'lieu de mémoire'. No entiendo cómo la gente puede desear estar enzarzada siempre en estúpidas discusiones y perder el tiempo tan miserablemente. El tiempo de estos vientos fríos que dejan las nubes abombadas sobre la sierra y traen y llevan los ecos de pasos y caminatas y despedidas y miradas. El tiempo en que el agua corre y en que se oculta el rostro del día tras las nubes. Intento recuperar los cirros en estas tardes del sur, pero se pierden en el caos familiar de las latitudes, las imágenes de otros lugares no me dan tregua. Mi mente hace y deshace mil veces el camino en tren por la costa, hacia Edimburgo, con sus reflejos de arcoiris y la nieve que extiende el horizonte del campo a lo lejos.
C. sigue insistiendo en meterme en sus discusiones con J. y el resto a su vez en buscar un apoyo que no sé por qué necesitan, como si tan sólo quisieran poner a prueba las lealtades de los otros por pura necesidad de sospechar, o por imposibilidad ya de confiar. Qué triste me resulta todo ese mundo. No entiendo ese espíritu de animadversión del personal. Siempre tuve la suerte o la desgracia de no tener demasiados motivos para llevarme mal con la gente. Ni siquiera para apartar a los que el camino me ha puesto al lado, y de tiempo en tiempo, se empeñaron en creerse mejores. Tampoco entiendo muy bien el mecanismo de esa creencia. Los que no nos sentimos con derecho a mucho tendemos a sentirnos agradecidos a la mínima. Quizá por eso somos unos sentimentales. Pero cuando pienso en los años pasados comprendo por qué todavía no ha conseguido todo eso helarme la sangre.