Lo que más me gusta de los días de anticiclón son esas mañanas frías de nubes bajas en Madrid, en que tan sólo hace falta ganar quinientos metros de altitud para dejar atrás su triste frialdad, encontrarse el sol brillando en un rabioso cielo azul y tener a los pies ese mar de nubes que encapota la ciudad. Cuando la universidad me hace perder un día con sus más que absurdas historias, yo me tomo dos, a mi plin, así que me instalo de nuevo en la Sierra, como si el sol de invierno fuera lo único ya que importara. Y de hecho lo es.

Llevamos meses puntuando muy alto en la escala de la nadería, y cuanto más consiguen las palabras tocar la
intranscendencia (o el silencio, depende), mejor, más justas, menos queda alrededor, sólo ese puro dejarse estar en medio de estas mañanas soleadas. En las zonas altas queda todavía mucha nieve acumulada, aunque no me gusta esta nieve que está todavía muy helada a primera hora y se pone blanda enseguida con el sol, causa demasiados
problemas, es difícil conocerla aunque fácil predecirla. En la cornisa de
Peñalara siguen cediendo los metros acumulados en las zonas de
ventisqueros y la nieve amenaza con deslizar sobre las capa de hielo más firmes. Andando por las palas del circo de
Peñalara estas últimas semanas se oye ese rumor. Las Cabezas de Hierro amanecen brillantes, la superficie helada reverbera su frío azulenco, y es mejor no
jugársela. Ya hemos
tenido varias tardes de helicópteros. Me recuerda a los inviernos de aquellos años pasados en
Benasque, cuando los aludes cortaban las carreteras y había que salir a batir esas zonas. No creo que aguante mucho más por aquí, el pacto era febrero, así que me espera la universidad de
Pau, o mejor dicho, con la excusa del trabajo, viviré un tiempo más a la sombra de los Pirineos. Apenas consigo ya interesarme por algo distinto a los topográficos del
Vignemale y a planear la ascensión a la brecha en
Gavarnie. Y como siempre, liarla en el paso de
Belagua, el mejor de los mejores porque siempre está cerrado. Con suerte la gente seguirá sin descubrir
Arette y haremos de las nuestras por las pistas --y por fuera-- con la tabla. De cuando en cuando aparece la cara norte del
Anie en mis sueños. Pero como duermo más bien nada últimamente, el
Strahler es lo único que consigue entretenerme en mitad del insomnio.
En fin.

Estos días los prados altos de la Morcuera se abren anchos y tranquilos en mitad del anticiclón, y los pastizales van surgiendo bajo la nieve que ya se retira en las solanas. Abajo, los olmos, y algunos tejos en Canencia, recuerdan el sentido de las latitudes....