viernes, 27 de febrero de 2009

Lo he hecho, sí. Ya me hacían chiribitas los ojos pensando en las 36 horas de viaje, entre vuelo y escalas, que me esperan para llegar a Hobart --siempre quise un stop over en Changi, ese gran lugar.... -- De modo que no contenta con eso acabo de comprar dos billetes de avión --viva Jetstar-- a Christchurch y a Singapore... aprovechando que el Pisuerga pasa por aquella zona del mundo no podía desaprovechar la oportunidad... Estáis todos oficialmente invitados, que cuatro meses veraniegos dan mucho de sí, y allí nos toca la estación seca. Dicho queda: inmersión en la barrera de coral desde uno de esos resorts horteras, expedición en busca de la Morning Glory en el golfo de Carpetania, o walkabout, Uluru & songlines.

domingo, 22 de febrero de 2009

The secret life of high pressure areas

Lo que más me gusta de los días de anticiclón son esas mañanas frías de nubes bajas en Madrid, en que tan sólo hace falta ganar quinientos metros de altitud para dejar atrás su triste frialdad, encontrarse el sol brillando en un rabioso cielo azul y tener a los pies ese mar de nubes que encapota la ciudad. Cuando la universidad me hace perder un día con sus más que absurdas historias, yo me tomo dos, a mi plin, así que me instalo de nuevo en la Sierra, como si el sol de invierno fuera lo único ya que importara. Y de hecho lo es.
Llevamos meses puntuando muy alto en la escala de la nadería, y cuanto más consiguen las palabras tocar la intranscendencia (o el silencio, depende), mejor, más justas, menos queda alrededor, sólo ese puro dejarse estar en medio de estas mañanas soleadas. En las zonas altas queda todavía mucha nieve acumulada, aunque no me gusta esta nieve que está todavía muy helada a primera hora y se pone blanda enseguida con el sol, causa demasiados problemas, es difícil conocerla aunque fácil predecirla. En la cornisa de Peñalara siguen cediendo los metros acumulados en las zonas de ventisqueros y la nieve amenaza con deslizar sobre las capa de hielo más firmes. Andando por las palas del circo de Peñalara estas últimas semanas se oye ese rumor. Las Cabezas de Hierro amanecen brillantes, la superficie helada reverbera su frío azulenco, y es mejor no jugársela. Ya hemos tenido varias tardes de helicópteros. Me recuerda a los inviernos de aquellos años pasados en Benasque, cuando los aludes cortaban las carreteras y había que salir a batir esas zonas. No creo que aguante mucho más por aquí, el pacto era febrero, así que me espera la universidad de Pau, o mejor dicho, con la excusa del trabajo, viviré un tiempo más a la sombra de los Pirineos. Apenas consigo ya interesarme por algo distinto a los topográficos del Vignemale y a planear la ascensión a la brecha en Gavarnie. Y como siempre, liarla en el paso de Belagua, el mejor de los mejores porque siempre está cerrado. Con suerte la gente seguirá sin descubrir Arette y haremos de las nuestras por las pistas --y por fuera-- con la tabla. De cuando en cuando aparece la cara norte del Anie en mis sueños. Pero como duermo más bien nada últimamente, el Strahler es lo único que consigue entretenerme en mitad del insomnio.
En fin.
Estos días los prados altos de la Morcuera se abren anchos y tranquilos en mitad del anticiclón, y los pastizales van surgiendo bajo la nieve que ya se retira en las solanas. Abajo, los olmos, y algunos tejos en Canencia, recuerdan el sentido de las latitudes....

viernes, 13 de febrero de 2009

But got back safely in the end. Apenas más de dos semanas por aquí, y el invierno es ya estupendo. Algún día cumpliré mi plan de vivir persiguiendo el invierno, de hemisferio en hemisferio. De momento, me saltaré el próximo verano, y ya pueblan mis sueños las cumbres nevadas de los Alpes neozelandeses. El recuerdo de los hielos me calma, driving home through a blizzard. M. sigue despertando mi admiración con su espíritu de perpetua réjouissance. The perfect cheerfulness. Volví a la Cava baja en busca de ese cómico recuerdo que aun de vuelta sigue rondando su imaginación. A true test for a proper 'lieu de mémoire'. No entiendo cómo la gente puede desear estar enzarzada siempre en estúpidas discusiones y perder el tiempo tan miserablemente. El tiempo de estos vientos fríos que dejan las nubes abombadas sobre la sierra y traen y llevan los ecos de pasos y caminatas y despedidas y miradas. El tiempo en que el agua corre y en que se oculta el rostro del día tras las nubes. Intento recuperar los cirros en estas tardes del sur, pero se pierden en el caos familiar de las latitudes, las imágenes de otros lugares no me dan tregua. Mi mente hace y deshace mil veces el camino en tren por la costa, hacia Edimburgo, con sus reflejos de arcoiris y la nieve que extiende el horizonte del campo a lo lejos.
C. sigue insistiendo en meterme en sus discusiones con J. y el resto a su vez en buscar un apoyo que no sé por qué necesitan, como si tan sólo quisieran poner a prueba las lealtades de los otros por pura necesidad de sospechar, o por imposibilidad ya de confiar. Qué triste me resulta todo ese mundo. No entiendo ese espíritu de animadversión del personal. Siempre tuve la suerte o la desgracia de no tener demasiados motivos para llevarme mal con la gente. Ni siquiera para apartar a los que el camino me ha puesto al lado, y de tiempo en tiempo, se empeñaron en creerse mejores. Tampoco entiendo muy bien el mecanismo de esa creencia. Los que no nos sentimos con derecho a mucho tendemos a sentirnos agradecidos a la mínima. Quizá por eso somos unos sentimentales. Pero cuando pienso en los años pasados comprendo por qué todavía no ha conseguido todo eso helarme la sangre.

jueves, 12 de febrero de 2009

Quizás hayan sido los paseos estos últimos días, en medio de la noche cerrada, bajo la tormenta de nieve, por el camino de la Morcuera arriba, pero el eco de la sonrisa bonachona de M. y ese acento inglés que tan entrañable se me vuelve a hacer ahora, no se apagan. Nottingham on my mind. Mientras el sol de febrero me deja flotando, con esa calidez extraña, casi de primavera, que se mezcla con el viento frío, tan querido siempre. Vuelvo a estos días bordeando la sierra nevada por la Cabrera y hacia el Lozoya para poder entrar por la parte baja del valle. Y al mirador se asoman las nubes, que ya van cubriendo Peñalara, mientras J. y J. sonríen en la foto, y es mi memoria, apenas me atrevo a recordar que ha sido así, que sigue siéndolo, y no es la ayuda lo que J. nos agradece, sino la amistad. Y acaso tengo miedo de estar otra vez en las mismas. Quizá si supiera vivir de otra forma no echaría de pronto de menos, en medio de la mañana, en el tren, la risa de M., su andar garboso en un lunes frío por las calles de Madrid, mientras habla y pregunta, y se mezclan trozos de mundo y de continentes, viajes, lo que se acumula en los años. Y no quiero dejar que el día se lleve el recuerdo de cuando de repente echo de menos ese instante, pero ya se lo está llevando el tiempo que viene, que empuja. Sigo pensando que encariñarse es ese milagro de las cercanías que nos deja felizmente trastornados, echando de menos, sabiendo que se echará de menos.