En los claroscuros de la piel cobija el amor sus secretos. Nos guarda de saber lo que, sin embargo, el deseo nos prodiga. Si pudiéramos apagar el mundo, si amar fuera un presente que no supiera del recuerdo, que olvidase lo que habita al otro lado de los cuerpos. Si respirar no cansara, si en la incierta materia que gobierna los destinos halláramos la palabra, la forma. Si la vida nos ungiera con la tibia desmemoria, si fuésemos capaces de olvidar hasta que recordar ya no doliera, entonces, sólo entonces, acaso, recordarámos.