El paréntesis de los viajes, con sus con sus lógicas extrañas, autónomas, y sus subproductos. Un apéndice de la vida, y después esa pregunta de Silvio, sí, que resume todos los viajes: "¿dónde pongo lo hallado?". Un día, los brazos de abrazos y al otro, las calles en bochorno, el sueño, lo que no tiene sitio, lo que se deshace. Caminar con los pasos de siempre, sabiendo que el mundo --inmenso en sus océanos, resplandeciente en sus horizontes-- se va quedando atrás conforme volvemos. El centro no es donde estamos, no son las presencias, sino los sueños que llegan de lejos, que son ése lejos, que cubren las distancias y hacen de la ausencia (de lo viajado), el único centro.
La mañana se alarga sobre castaños que ya han ofrecido el blanco regalo de su verde cotidiano. Y así la vida sólo puede seguir si el pasado es gratitud. La primavera vuelve, como siempre, con el nombre de E.E. Cummings: "In time of daffodils (who know/ the goal of living is to grow)/ forgetting why, remerber how./ In time of lilacs who proclaim/ the aim of waking is to dream,/ remember so (forgetting seem)."