Mayo, es el mes de mayo. Hace un rato ya que los árboles han florecido, un rato ya que las palabras cesaron, mientras el mes de abril se ha ido deshaciendo con los paseos y las risas, camino abajo, por la Costa Este. El sol y el aire claro de Boston, los cafés y las librerías de Harvard, el bullicio de sus esquinas, las pilas de libros y las tiendas de viejo, el cielo reluciente sobre la Mass. Avenue, y todas esas bicis y esos cuerpos que corren, la paz en los rincones, las cervezas y las ostras. El camino de los bosques y los sueños, la memoria del frío aún en los árboles, black ash trees... La distancia entre los paisajes reales y los imaginados, los senderos de Concord y las piedritas de Walden. Y más, claro que más, todo en torrente, mezclado, los magnolios florecidos en Central Park, el aroma de la primavera en la piel, las dieciocho millas de libros de la Strand, en Broadway con la 12th. Los recuerdos de las risa, los abrazos, la carretera, el sabor del cansancio, el buen humor de las mañanas, las charletas de las tardes, y aquel restaurante griego del Antique Row...
Y más de lo más: el "Cloud Study" de Constable en la National Gallery del DC. Y el Smithsonian de Historia Natural, las geodas, los reptiles, las placas tectónicas. Y el Spirit of Saint Louis colgado del techo en el Air & Space Museum. El mapa con el que Lindbergh cruzó el Atlántico, alli en el Walter Museum de Baltimore. Y ese precioso mapa cordiforme del XVII, que me alegró el día. Los bancos de Harvey en el Inner Harbour, las casitas y los campos verdes al norte de la Johns Hopkins, las afueras industriales de Philladelphia. Y la paciencia, la alegría suave de ir y venir, de saber comprender, de ver las cosas en movimiento, mejorar, un camino delante. Aprender lo sabido, ir sabiendo lo nuevo. Paciencia.
Y más de lo más: el "Cloud Study" de Constable en la National Gallery del DC. Y el Smithsonian de Historia Natural, las geodas, los reptiles, las placas tectónicas. Y el Spirit of Saint Louis colgado del techo en el Air & Space Museum. El mapa con el que Lindbergh cruzó el Atlántico, alli en el Walter Museum de Baltimore. Y ese precioso mapa cordiforme del XVII, que me alegró el día. Los bancos de Harvey en el Inner Harbour, las casitas y los campos verdes al norte de la Johns Hopkins, las afueras industriales de Philladelphia. Y la paciencia, la alegría suave de ir y venir, de saber comprender, de ver las cosas en movimiento, mejorar, un camino delante. Aprender lo sabido, ir sabiendo lo nuevo. Paciencia.
Personas como "faros de ternura". De eso habla hoy Juan Cruz. De la "disponibilidad sentimental", de ese saber cuándo alguien nos llama calladamente, y del saber responder a esa llamada. Es un misterio, sí, un "sexto sentido", pero raramente falla. Simplemente se sabe, se siente. Los otros están ahí, con sus complejidades, nosotros aquí, tratando de dar sentido a los comportamientos. Hay que coger el móvil, aunque sea tarde, no sé cómo ni por qué. Y aunqu no nos llamen, algo nos hacer saber que los otros nos necesitan y es bueno ayudarse, cosa de animales humanos, aunque no comprendamos del todo.
Así que hoy, sin sueño, sin cansancio, sabiendo adónde he vuelto, lanzo mi puñado de globos naranja, hacia Cádiz o Segovia, hacia la calle Amaniel, hacia los faros, y por las ternuras.
Y besos.
Así que hoy, sin sueño, sin cansancio, sabiendo adónde he vuelto, lanzo mi puñado de globos naranja, hacia Cádiz o Segovia, hacia la calle Amaniel, hacia los faros, y por las ternuras.
Y besos.