sábado, 10 de mayo de 2008

Así se pierden las esperas en una calle sin nombre. En mitad de la vida, el dolor alumbra la noche, pero nadie quiere su luz, nadie quiere escuchar el sollozo amargo de su presencia, acoger la inminencia con que se nos llega y nos abraza, nos dice. Desoímos lo que tiene que aprendernos el dolor de la noche, sus soledades contritas y el frío incrédulo de su cuerpo echado sobre nosotros.