Día de fuego cruzado en la mente. Metralla, revuelo, espantada. Parpadeo de ideas y el frenético chocar de las partículas. De nuevo en el disparadero. No está claro qué significa ser el que está del lado de las palabras, ni es seguro que vengan, que salgan, que sea posible encontrar el camino hacia ellas. Pero queda un rastro de luz. Viento solar, sí. Es más, "tormentas de viento solar", tal y como las retrata la sonda Hinode. De eso están hechos mis sueños hoy, porque buscan saber del naranja. Esos vientos naranjas que se agitan furiosos a una velocidad impensable, en medio de un vacío cósmico que no tiene sonidos. Ese flujo de gas que el sol escupe, electrizado, encrespado.