lunes, 19 de noviembre de 2007

Suposiciones

Bueno, supongamos entonces una serie de cosas:
-Supongamos que no hay nada más triste en esta vida que las cartas que se quedan sin responder. Y aún así, aún creyéndolo como lo creo, no hay más remedio que dejar algunas palabras a la deriva, que floten, que se vayan, que se tomen su tiempo en madurar, solitarias, por caminos que nos son inaccesibles. Desprenderse de ellas, sin esperar nada de vuelta.
-Supongamos que incluso cuando lo que parece no tener lugar, encuentra lugar, asiento, resguardo, puede acabar también siendo expulsado de ese lugar porque no consigue del todo posarse, no encaja, no sirve, o porque los virus del "yo" nos persiguen. Tanto más cuanto pretendemos disfrazarnos de segunda o tercera persona, de gerundio, de infinitivo, de metáfora yuxtapuesta.
(Cuentan que se esperaba de Lispector que escribiese crónicas periodísticas, y ella sin embargo acababa sucumbiendo a sus propios misterios, dejándose filtrar por las grietas del lenguaje. "Clarice -dice Amalia Sato en el prólogo a una de sus obras- no puede evitar la carga personal, la omnipresencia de su yo conflictuado". O lo que solíamos llamar, más llanamente, "pasarse el mundo por el yo a todas horas").
-Supongamos entonces que estamos aquí, ni eso, sin plural siquiera. Estoy aquí y no hay nada que hacer por evitarlo. O lo que hay que hacer por evitarlo no nos interesa porque no da los subproductos que da esto.

Bueno, de momento ésta es la mayor. Ya veremos dónde encontramos la menor.