A veces la felicidad se parece a algunos días de mayo. Se parece al lento pasar de las tardes de primavera en el horizonte, con su naciente destello de viento y luz y agua, la presencia lejana de prados verdes, violetas, amarillos, caminos sin fin, y un claror que las horas abaten, que las sombras conquistan con su suavidad azul tarde. Algunos días de mayo, algunas mañanas de primavera, algunas noches silentes quedan en la memoria como un instante de intensa quietud, la "piel momentánea", el súbito misterio de la aurora, el escalofrío, dejarse caer en el abismo de los cuerpos, saberse un instante, no traicionar la dicha con palabras, con instituciones, asumir delicadamente el dolor de esas tardes de mayo que se parecen tanto a la felicidad porque contienen su propio acabamiento.