Me voy, me voy, me voy, en busca de otras latitudes. Tengo apenas un par de días para recorrer las administraciones varias de Madrid recopilando cartulinas, papelitos y tarjetitas de todos los colores, preparar el viaje (sólo sé que el ferry entre Ullapool y Stornoway sale a dirio al las 9.30AM y más me vale que lo coja), y robarle a algún familiar-en-paradero-desconocido libras esterlinas (de pequeña, en casa de mis padres había un misterioso cajón donde se guardaban billetes de diferentes países. En torno a los que más trajín había siempre, claro, eran los francos suizos). Como las maletas las tengo siempre medio-hechas, o medio-deshechas, las rellenaré a última hora. Cuarto y mitad de nubes.
Estos días ha soplado viento del noroeste. Han bajado bastante las nubes y hasta pasado el mediodía, cuando ya empieza a secarse el aire, les cuesta despegarse de la falda de los montes. Estratos orográficos en las laderas de barlovento. Allá arriba, cuando abre, se reordenan con las fuertes corrientes de aire entrechocantes, y siempre evolucionan a formaciones lenticulares.
A veces son sólo pileus de cumulonimbos que siguen su desarrollo vertical, si la convección continúa produciéndose, y se tropiezan con alguna capa de aire. Ayer, sobre la barrera de las sierras centrales, el cielo se pobló de cirros. Primero esos jirones blancos que cambian de espirales a estelas suaves o a formas sinuosas. Después, los efímeros cirros en onda (ondas de Kelvin-Helmholtz). El rozamiento de corrientes de aire a distinta velocidad crea remolinos verticales sobre cuyas crestas se asientan estas nubes, y rompen como olas que al darnos la vuelta ya han desaparecido.
Trabajé el fin de semana, pasé un lunes sin tiempo, mirando los aviones volar desde lo alto de La Maliciosa. Hay dos pasillos aéreos y bastante tráfico. Sigo jugando a adivinar los trayectos que hacen, por la altura, por la dirección, de dónde vienen, adónde van. Así, distraigo la envidia y la perplejidad que me produce pensar en los que estarán allá arriba. A veces se cruzan. A veces retumban sus cantos en los ecos de la tarde.
"Y sigue oculto el nombre/ y este derrumbamiento/ que se eleva y recorre el camino de la nube,/ las formas de los días sin forma,/ ese desmadejarse..." Clara Janés, Los secretos del bosque.