lunes, 4 de agosto de 2008

Aburridos de crisis (a las 9 AM, en la mañana radiante, todavía están encendidas las luces de la A6...), el sábado había sendas referencias, a pocas páginas de distancia en el periódico, a dos paisajes muy queridos.
1) El Ayuntamiento de Soria aprueba la expropiación de los terrenos del paraje de El Cabezo, a los pies de Numancia y del Cerco Romano de Garray, sobre las que se construirá el Polígono Industrial Soria II, con la previsible destrucción de más de un millón de metros de cubierta vegetal (de ribera en su mayoría), la amenaza de importantes bienes culturales y la quiebra de la unidad paisajística (casi de humedal) del impresionante entorno de Numancia y la margen izquierda del Duero. Para los defensores del "angulus ridet ", no es más que un acoso, que se prolonga desde hace años ya, a la falda del monte de las Ánimas, con el propio proyecto de la Ciudad del Medio Ambiente (irónico apelativo dada su ubicación en el Soto de Garray) y otras 40 hectáreas de uso industrial en el cercano municipio de Garrejo.
Desde el cerro se ven perfectamente delimitadas las lindes de esas tierras, con su frondosa línea curva de chopos y fresnos encerrando el Duero, camino a la ciudad. A falta de una Expo (el conejillo de indias de la TDT no ha hecho mucho por parar la despoblación, el abandono y la concentración parcelaria) o algún parque temático, la provincia agoniza trampeando con la instalación de aerogeneradores (la nueva frondosidad de los bosques posmodernos) y con la recalificación de suelo rústico. (Esta vez bajo la extensión "puntual", por un supuesta e irreal demanda de suelo industrial, que amplía la superficie más que suficiente del polígono de Valcorba --en el término municipal-- y el de la Ciudad del Medio Ambiente --uso empresarial, industrial, de ocio..., ya en Garray--).
Como tengo sentimientos ambiguos al respecto (estos días, por cierto, leía el libro de Isabel Núñez, La plaza del azufaifo, con las mismas reservas y una empatía espontánea --así estamos, travels in paradox...--), me decanto por lo trivial. De nuevo el lugar como unidad estética, atmosférica o de carácter, y una ambigua reflexión (tan moderna) sobre la calidad de nuestras experiencias en entornos sometidos a un cambio acelerado.

2) En la cordillera del Karakórum, el grupo de Zabalza y Latorre, culmina el GIV por la arista noroeste (abierta tan sólo en 1986). Una mala jugada del glaciar no les deja culminar, como era su intención original, por la arista noreste que abriera el mítico Walter Bonatti. Sin sherpas y sin oxígeno, una escalada rápida y limpia que hace soñar de nuevo con los tiempos polémicos, solitarios y obsesivos de Bonatti y de Messner. Leer a Messner, por cierto, sigue siendo todavía hoy conmovedor, recordar la lección y el precio de la vertiente del Diamir, y aquel desesperado descenso del Nanga Parbat, esa obsesión de "siempre más lejos, más alto" ("Todavía no había comprendido --confiesa Messner-- que cada objetivo cumplido es también un sueño destrozado."). A quienes les estorba la metafísica del paisaje, en fin, mejor no tentar la suerte con toda esa gama de resonancias espirituales de nuestros desiertos monoteístas...
Ayer y hoy, sin embargo, las noticias eran desastrosas: avalancha en el K2 y, de momento, doce muertos de varias expediciones distintas, por no mencionar la suerte de los que quedan por encima del bloque de hielo que se desprendió.
Allá lejos, pero cerca en el corazón, en lo recóndito de un mundo gélido y mineral, en lo que acaso sea la mayor expresión de la fuerza geológica de la Tierra y una impresionante acumulación de verticales y esbeletas paredes de altitud imposible, con sus aristas, sus altas laderas de hielo estriado y el estruendo infernal de los aludes, allá, allá donde se depositan nuestros sueños mientras nos soñamos avanzando por el glaciar del Baltoro. Pasada la primera zona de barrancos, emergen las Torres del Trango, entre precipicios y restos de avalanchas de piedra, hasta Concordia, donde confluyen también el glaciar de Vigne y el Godwin-Austen, y aparece la pirámide del K2, donde Rosa Fernández-Arroyo escribió: "Sólo soy yo cuando no soy nadie... inmersa en un engranaje intemporal de vientos y calmas... de atisbo de lo inútil y lo esplendoroso, d elos colores y los sonidos que emanan de las fuerzas de la tierra, el agua y los espacios vacíos... Huele a cielo, el aire sabe a roca, oigo turquesas heladas... me voy dejando la vida enganchada en cada montaña que contemplo... concordia y acuerdo de glaciares". Hasta que los pulmones aguanten.