Es una pena que uno no pueda viajar con su biblioteca a cuestas. Si no, ningún exilio sería tal, no se consumaría nunca del todo. Con los libros pasa como con las mascotas, que no suelen decepcionar. Lo malo de los seres humanos es que somos eso, humanos, una fuente inagotable de decepción. Será porque el resto nos importa un comino, y no hay forma de depositar esperanzas, afectos y deseos más que en esas cosas de carne y hueso llamadas personas, lugares. En fin, volver.... esa mezcla de globo naranja, libros-casa y renovado escepticismo. Tenemos el día proustianio, qué le vamos a hacer. Como dice el señorito Millas hoy: "Los momentos comienzan a ser un problema cuando llegan. Las aspiraciones cumplidas incluyen, sin excepción, una glándula liberadora de hiel. Y no se vive de ellas. Se vive de las promesas, de las vísperas, de los proyectos." En fin, ya será para menos.