miércoles, 26 de diciembre de 2007

Miro pacientemente cómo pasan los minutos en el reloj, las 7:54AM, hora de California. Dormito, añoro, me desvelo, me rindo al cansancio, consigo dormir, sueño, y en los sueños irrumpe la presencia del mar, me envuelve el recuerdo, el traqueteo de un coche, la sequedad del desierto. Dormito y me despierto, busco el sol, vuelvo a añorar. En el reloj sigue pasando la hora de California, también en mi cuerpo. Y probablemente antes que en ellos, en mi voluntad, en la terca manía de habitar más allá de donde se encuentra uno.
Y luego está este paso de oca por la superficie del frío que tiñe de un gris azulenco el blanco del horizonte, la ciudad. Luego está, sí, la desafección, la pereza por las cosas de siempre, el paso rojo de los autobuses, el tren del sur.