Perdón a todo el mundo que no he visto, respondido, llamado, achuchado todavía. La presencia es una cosa que requiere más tiempo/lugar y concentración de lo que ahora puedo conseguir. Lo juro por Snoopy. En cuanto pueda, me manifiesto. Perdón también por el rollo de los correos, se me ha desconfigurado la lista. Si alguien se ha quedado fuera que lo diga, aunque no creo que pueda dado que no verá esto, claro (¿?). Así estamos, sí, qué le vamos a hacer, más o menos he muerto aplastada, primero por maletas, aviones, taxis, sueño-cansancio-desconcierto, y luego por los ocho felices kilos de Pequeña (no sé ni por qué persevero en intentar leer el periódico con ella encima. El sapo Tomás, en cambio, es más apacible.) Después de eso, vino la segunda muerte, sepultada por la nieve en Rascafría , y hoy por los libros, el acarreo de estanterías en Ikea, y facturas y cartas de bancos de los últimos cuatro meses amontonadas en el buzón. Me ha costado séis días decidirme a venir a casa. Un poco más y me voy directamente otra vez a Barajas a coger el siguiente vuelo. Como de momento no he conseguido darme esquinazo, lo siguiente más inmediato es evitar mi propia biblioteca, pero la cosa estaba empezando a hacerse absurda. Nada, Lucía estaba esperándome, sentada sobre una de esas montañas de periódicos antiguos (de los últimos tres años, para ser exactos) que pueblan los rincones de la casa. Sentada, escuchando The Flaming Lips y con las obras completas de Onetti bajo el brazo. Otra vez. La muy... Ahí estaba, con el brillo de su mirada perdida y ese aire de desesperanza que la aleja de todo y de todos. Un día de estos deberíamos tener una conversación ella y yo, pero no quiero, de momento me limito a hacer como si no estuviera: oigo, sin embargo, su respiración y al darme la vuelta veo su sombra esquiva. Sé que en el fondo me da miedo, porque sé que con ella se van todos mis pensamientos. Si se va ella, se irán también las palabras, y ese haz de luz que abre la noche y es piel y es aliento, ordena una oscuridad en la que todas las voces se mezclan.
¿Y por qué digo esto? Porque N., si estás leyendo desde allá lejos a la orilla del mar, no me queda más que enseñarte la mano que saca el conejo de la chistera. No hay nada "original" en todo esto, esto no sustituye lo demás, todos estamos en el gris que la lenta acumulación de las horas del día nos trae. Si acaso Lucía diría que lo que hay de más es la "vida breve" que la imaginación nos ofrece.
¿Y por qué digo esto? Porque N., si estás leyendo desde allá lejos a la orilla del mar, no me queda más que enseñarte la mano que saca el conejo de la chistera. No hay nada "original" en todo esto, esto no sustituye lo demás, todos estamos en el gris que la lenta acumulación de las horas del día nos trae. Si acaso Lucía diría que lo que hay de más es la "vida breve" que la imaginación nos ofrece.