viernes, 24 de octubre de 2008

Los días en Munich me han resucitado, es cierto. Al menos me han despertado de mi insularidad mental, pero es que la luz de la isla me tiene arrebatada, ese sol tan bajo que acaricia las tardes en medio de vientos continuos, un sonido familiar que me hace, día tras día, muy feliz, a qué negarlo. El cielo de Vetusta y yo somos uña y carne ya. Literalmente, estoy haciendo mi agosto meteorológico. Como siempre me van a tener que arrastrar con tractor al aeropuerto.
El año uno de la era dos, pasaba por hacer de esto el lugar para arreglar el termostato. Pero ni de broma pienso ponerme a despotricar, me aburre tremendamente. No hay cosa que más me canse que esa gente que se pasa el día protestando. Pero eso dice el psicoanalista, sí (qué pasa, Woody y yo somos íntimos), que tengo el termostato estropeado porque no sé cabrearme. Es cierto, casi nada/nadie consigue hacer que me enfade de verdad, lo cual puede llegar a ser desesperante para quien está al otro lado. Hay dos o tres extrañas excepciones, claro: me enfada la gente que no contesta cuando preguntas "qué tal estas" y me enfadan esos padres/madres postizo/as que a veces una se encuentra viajando por el mundo y que te miran con cara de "Jovencita, si yo fuera tu padre/madre no te dejaría ir así sola por el mundo, bla bla bla.." Honestly Madam, fuck off...
Me sumerjo en otros estados facilmente, pero no en el cabreo. Bueno, los lacónicos también solían conseguir ponerme por unos instantes fuera de mi quicio, pero en realidad me da igual, es perfectamente entendible, es una estrategia vital que a ratos hasta me produce cierta simpatía. Y al cabo, que cada quien haga lo que quiera con sus silencios y sus palabras, con lo que le pasa, de momento tengo cosas más entretenidas que hacer. Recuperar el otoño en estas latitudes más sureñas, la luz continental, pasear por el Englischer Garten y las plácidas cervezas de estos ultimos días en la plaza del Viktualienmarkt. Y el perro Billy, sí, que parece ser que ya ha llegado a casa, mira que le he tenido que suplicar a John-John para que lo trajera... Mientras, veo avanzar la sombra del sol sobre la taza humeante del so-British-tea desde una buhardilla en Lancaster. Esas cosas del azar. Tengo en gran estima al azar (los aeropuetos y el azar son los dos grandes motores de mi trama vital...), y ahora me ha traido via Amsterdam hasta aquí, a casa de R., divertida con su hablar despacioso, esa forma de relacionarse con lo que pasa delante de tus narices que siempre me ha intrigado mucho. Me recuerda a G., claro, y mientras busco a G. en R., jugamos con las sombras y las luces de los cuerpos, de las calles, de las vidas. Free-floating lifes within the eventful paths of chance. Keeping life footloose.
En fin, no me explico muy bien cómo voy a llegar mañana a coger mi avión a Madrid, dada la pereza que me da pensar en dejar mis luces insulares, y la pena de saber que a M. sólo podre verla de refilón en el aeropuerto (hope you're enjoying your Washington long ride), que P. desapareció en la nebulosa del tiempo y que my darling D. sigue haciendo las Africas sin pasaporte y sin visados, esperando recuperar su existencia legal.
En fin, año uno de la era tres. Testing, testing.. one, two, three ...